Cienciano Campeón

 


Tomada en la ciudad de Cuzco en el año 2004. La ciudad en ovación y el equipo sobre el carro de bomberos a su paso frente al Coricancha ondeando la bandera del Tahuantinsuyo. Autor Alejandro Ospina Torres


CUSCO: LAS CAPAS DE LA HISTORIA

Para llegar a Cusco “el ombligo del mundo”, hay que esperar a que el cielo este despejado. Pero no tanto por las nubes, sino por una ceniza producto de los métodos de quema para cultivo. El avión entra haciendo giros y zigzag, que aunque también son parte de la diversión, pueden ser el verdadero atenuante del sugestivo soroche.

Según los guías, en los años 90, Cusco era una zona roja: Toque de queda en las noches, bombas, zozobra y miedo. Hoy es otro cuento. Es la perfecta ciudad para hacer turismo. Esta rodeada de sitios arqueológicos, y la mayoría iconos culturales. Los residentes que vivían en la parte antigua se han desplazado a la periferia, pues, toda casa es ahora convertida en un hostal. La ciudad comienza a ser trilingüe: español, Ingles y quechua.  Israelitas, Europeos, Japoneses y argentinos son la mayoría de turistas. En sus calles se encuentra de todo: Piedras milimétricamente encajadas, que como testimonios del antiguo imperio, y bajo la arquitectura colonial se mezclan con la modernidad en los grill parrilla, los restaurantes con típicos hornos de leña, las múltiples variedades de artesanía textil, taxis de todos los colores y avisos de cambio de moneda, Laundry, internet, Tour Valle Sagrado, IncaTrail, además de niñitas campesinas con vestidos típicos, que junto a una llama, cobran un sol por foto.

Recorriendo la Avenida el Sol, que conduce desde la plaza de armas hasta la estación de trenes, nos encontramos en medio de un tumulto de gente, como en día festivo, porque la ciudad: colegios, turistas, empleados y residentes, se volcó totalmente a recibir al equipo de fútbol ganador de la Copa Suramericana; Cienciano Campeón!. Júbilo y algarabía por todas partes, quedaba difícil no contagiarse. Tal vez en esa misma forma recibió la ciudad a Bolívar, al coronarlo.

Es una ciudad arqueológica, porque no es necesario excavar para ver las capas de historia: El ejemplo se ve en la mayoría de las calles, pero especialmente en el Qoricancha, el Templo Inca al Sol, sobre el que actualmente esta reconstruido el Templo de Santo Domingo (foto).

Custodiada por la imponente Fortaleza de Sacsayhuamán. No puede dejar uno de maravillarse de las proporciones ciclópeas de la obra inca. Pachacutec, el gobernante inca, se merece todas las estatuas. En esta explanada hacen la fiesta del Inti Raymi, en junio.

 Hay dos formas de conocer la “Capital arqueológica de América”: Primero explorándola libremente. Almorzar picante en uno de los balcones de la Plaza de Armas, recorrer el barrio San Blas, entrar al Hotel Monasterio, aunque sea a tomarse un mate de coca, y si se quiere una experiencia mas regional, visitar la plaza de mercado, para conocer variedades de papa, mazorca negra y mogollas de medio metro de diámetro.  

Los tours, aunque son una carrera contra reloj, son casi que  indispensables, pues lo que hay que ver es mucho. Vale la pena destacar el servicio de información al turista i-Perú, es excelente. En el CityTour, se conoce algunos sitios de la ciudad y las ruinas circundantes. Cabe destacar Qenko, un laberinto de piedra, con una caverna para realizar momificaciones; Tambomachay, un lugar donde fluye el agua, que según dicen otorga la eterna Juventud. El guía nos propuso tomar cerveza Cusqueña, porque igual se hace con la misma agua. El paseo finaliza con un curso acelerado para distinguir los productos de Vicuña, de la alpaca y la Baby Alpaca, para que no le metan gato por llama.

Poco a poco, tras la agitada percepción turística, se va filtrando la identidad humana, su mezcla de creencias y la fuerza latente de una cultura milenaria, que hay que aprender a apreciar.

No alcanzan los días para asombrarse.

Año 2004 -  Alejandro Ospina Torres


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